sábado, 12 de septiembre de 2009

A cien días de Copenhague

Por: Erik Struyf Corresponsal en Bruselas, El Comercio

Anteayer el recién electo primer ministro de Japón, Yukio Hatoyama, se comprometió a reducir en 25% las emisiones de CO2 de su país hacia el 2020 con respecto al nivel de 1990. Con esta meta, que calza con las recomendaciones de la comunidad científica y que triplica el objetivo avanzado por el saliente Taro Aso, Tokio se pone a la cabeza de los países industrializados decididos a combatir el calentamiento global y devuelve empuje a las negociaciones para cerrar un ambicioso tratado sobre el cambio climático a mediados de diciembre en Copenhague.

“Pienso que el anuncio japonés es tremendamente alentador”, dijo el jefe de la Secretaría de la ONU para el Cambio Climático, Yvo de Boer. “Estamos avanzando en la dirección correcta, pero el ritmo deja que desear”, advirtió. Con la nueva meta nipona y el conocido objetivo de la UE de disminuir en por lo menos 20% sus emisiones hasta el 2020 con respecto a 1990, los ojos y oídos del mundo apuntan a Washington: Estados Unidos, pese a ser el primer emisor mundial per cápita de CO2 y pese a las expectativas creadas por el arribo de Barack Obama a la Casa Blanca, no ha pasado de ofrecer un recorte de 14% respecto del 2005.

Pero aun suponiendo que Washington levante sus ambiciones, los problemas no quedan resueltos. Las metas de recorte de emisiones de CO2 de los países industrializados constituyen solo parte de las piezas del rompecabezas que hay que encajar en Copenhague: para limitar a dos grados centígrados el alza de la temperatura del planeta en las próximas décadas y así impedir las más devastadoras consecuencias del calentamiento global es indispensable también el concurso de los países en desarrollo.

Y los pactos medioambientales de las naciones pobres y emergentes no se harán palpables sin el compromiso de los países industrializados — rubricado en la capital danesa— de desembolsar los recursos financieros que permitan a los primeros transitar a una economía verde y a adaptarse a los impactos del cambio climático. ¿De cuánto dinero estamos hablando? La ONU no se cansa de repetir que las necesidades para mitigación y adaptación alcanzarán por lo menos los 250.000 millones de dólares anuales hasta el 2020. Sin embargo, el sobre financiero permanece vacío. En ese contexto, y a solo cien días de Copenhague, las cifras comunicadas ayer por el BCR sobre los costos que el cambio climático tendrá en nuestro país resultan escalofriantes. “Hay que empezar a llenar el hoyo en lugar de discutir sobre sus exactas dimensiones”, aconseja De Boer.

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