martes, 24 de noviembre de 2009

En el Callao se quejan por ruido de aviones

Consuelo Alonzo.
Imagine que cada hora del día un ensordecedor ruido lo obliga a interrumpir sus labores cotidianas pues tiene que taparse los oídos. Imagine, ahora, que ese molesto ruido provoca –además– que sus ventanas vibren, tan igual como cuando un sismo sacude la tierra. Pues así viven desde hace muchos años los vecinos de la Provincia Constitucional del Callao y un sector del distrito de San Miguel cada vez que pasa un avión.
El estruendoso ruido que provocan las turbinas de las naves que sobrevuelan esas zonas no solo es molesto, sino que emiten una impune contaminación sonora.
María Castro (59), vecina de La Perla Alta, refiere que el sonido es mucho peor en horas de la noche. "El ruido no nos permite ni siquiera mantener una conversación, para escucharnos tenemos que gritar. Tampoco podemos descansar bien", precisó. Como ejemplo, dijo que ni siquiera el televisor puede escucharse, aun en máximo volumen.
Daños
Pese a esa saludable y esperada solución es posible que ya haya daños en la salud de los chalacos. Francisco Fuentes Paredes, miembro de la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa), sostuvo que en definitiva ese tipo de contaminación sonora sí produce daños, pero esta claro, dependerá de la frecuencia y los horarios en que se produzca este ruido. "El ruido generalmente provoca daños crónicos al sistema nervioso como estrés, pero si es demasiado fuerte puede degenerar en la pérdida definitiva de la audición".
Reveló que Digesa realizó su última medición en el 2004 y, en esa fecha, se determinó que los decibeles que produce el paso de las naves se encuentran entre los 85 y 90, muy por encima del estándar internacionales
Cifras
800 mil personas viven en el Callao.
70 mil personas arriban cada mes al "Jorge Chávez".

Los aviones en España planearán los últimos 180 kilómetros antes del aterrizaje para ahorrar CO2

El ministro de Fomento, José Blanco, ha anunciado hoy que a partir de 2010 España implantará el sistema de "aterrizaje verde" en los aeropuertos. Se trata de "una medida para que los aviones tomen tierra a mínima potencia, planeando, con menos ruido, menos gasto de combustible y menos emisiones", como la ha definido Blanco en la Comisión Mixta del Congreso y el Senado para el Estudio del Cambio Climático.
El decano del Colegio Oficial de Pilotos de Aviación Civil (Copac), Luis Lacasa, explica que con este sistema de descenso continuo "a unos 180 kilómetros de distancia el piloto pone los motores al ralentí y desciende como planeando. A unos 11 kilómetros de la pista empezaría a meter potencia para realizar el aterrizaje normal". Lacasa ya ha realizado tres pruebas de aterrizaje continuo con un Airbus 340. Actualmente los aviones descienden hasta cierta altura y luego la tienen que mantener con restricciones de velocidad. Con el nuevo sistema, en vez de descender a saltos metiendo potencia de vez en cuando, bajarán de forma continua.
Lacasa explica que el principal problema del nuevo sistema es la gestión del tráfico aéreo, ya que no todos los aviones descederán a la misma velocidad. Por eso el sistema se empezará a implantar de noche. Fomento afirma que, "con estas aproximaciones verdes, se logrará una reducción de entre cuatro y seis decibelios en las poblaciones situadas a más de 18 kilómetros de la pista de aterrizaje" y que se ahorrarán "entre 100 y 160 kilos de combustible por vuelo y las emisiones de CO2 se reducirán entre 300 y 480 kilos por operación". Otros países ensayan sistemas parecidos. El tiempo de vuelo sólo aumenta en unos dos minutos.
El sector de la aviación, responsable de un 2% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, está exenta del control de emisiones, pero se encuentra en un proceso de ahorro al máximo de combustible. Una ley ya les ha impuesto un plan de control a las aerolíneas.
Fomento ya ha renegociado el uso de rutas aéreas hasta ahora reservadas a vuelos militares para ahorrar tiempo y combustible. La reestructuración del espacio aéreo ahorrará, según el ministerio, 600.000 toneladas de CO2.

El año 2012 (+38): un real motivo para preocuparse


Por: Tomás Unger
Los cines están anunciando para el 2012 el “el fin del mundo”, un cataclismo supuestamente pronosticado por los mayas. Astronómicamente, el asunto no tiene ni pies ni cabeza, pero debe ser divertido ver Los Ángeles hundirse en el mar, una ola gigante barrer los continentes y colapsar nuestra civilización en un despliegue de efectos especiales. A la gente le encanta y está dispuesta a pagar por asustarse.
No me entiendan mal. Un cataclismo puede ocurrir, como lo hizo hace 65 millones de años, cuando un meteorito extinguió más de la mitad de las especies. Las probabilidades de que ocurra en tres años, tal vez hoy, dentro de tres semanas o tres décadas son las mismas. Lo más probable es que suceda dentro de unos 100 millones de años o de repente antes. Como diría el super-agente 86 Maxwell Smart: “¿Me creerían dentro de 50 millones?” Dejémoslo en diez millones y preocupémonos de algo más inmediato que ocurrirá 32 años después del 2012.
LA BOMBAAl “Homo sapiens”, desde que descubrió el fuego, le tomó más de 100 mil años alcanzar el primer millón de individuos, según los antropólogos. Para el año 400 antes de nuestra era, se estima que ya había unos 200 millones de humanos en el planeta. Quintuplicar esta cifra y alcanzar los mil millones demoró más de 2.000 años. Recién en la primera mitad del siglo XVIII, en plena revolución industrial, la humanidad alcanzó mil millones. De allí en adelante el crecimiento fue exponencial. Los mil millones se duplicaron en menos de 100 años. Los 2 mil millones pasaron a ser 4 mil millones en 1975, en menos de 70 años. Hoy, 34 años más tarde, somos 6.800 millones. Para el 2050 seremos 2.500 millones más (9.300 millones): ¡un aumento equivalente al total de la población mundial hace 50 años!
Eso no es todo. Acabo de leer que África ya pasó los mil millones. En el Sahel se está acabando el agua, la deforestación sigue; el sida está rampante; hay varios países al borde del colapso y al menos uno, Somalia, ya ha sido declarado país inoperante (por el momento es base de piratas). La reacción es la de toda especie ante una crisis de extinción: reproducirse. Muchos niños morirán, pero algunos sobrevivirán, sobre todo aquellos que nacen con el defecto genético de no tener proteasa, que los hace inmunes al sida. Una nueva selección darwiniana. Mientras tanto, los que pueden se van, remando botes y tratando de llegar a Europa.
En Asia sur oriental también va en aumento la población, en todos los lugares donde hay analfabetismo, subdesarrollo y pobreza. La deforestación se produce donde hay que sembrar más panllevar para alimentar a la creciente población o vender madera para comer. Mientras tanto, en el mundo desarrollado se sigue quemando cada vez más hidrocarburos. La extracción de materias primas y la tala de bosques han alterado ecosistemas más allá de la recuperación.
El crecimiento de la población humana y sus niveles de consumo tienen un ritmo que la evolución no puede compensar.
Por otra parte, irónicamente, se legisla contra el aborto y el control de la natalidad, sabiendo que esto solo empujará a la práctica ilegal. Habrá más pérdidas de vidas de madres y aumentarán los huérfanos. Aunque este tema ya ha sido tratado muy didácticamente por profesionales de la salud, no se necesita mucha perspicacia para darse cuenta que es algo de efecto negativo.
LA DEPENDENCIAUna de las características de este nuevo milenio es el cambio de la población rural a la urbana. Por primera vez más gente vive en las ciudades que en el campo. Las gigantescas aglomeraciones son totalmente dependientes de la energía. Los alimentos llegan de afuera, se procesan y conservan con energía eléctrica (generalmente generada con hidrocarburos). El agua se bombea y a los edificios se llega por ascensores. Las aguas servidas y el retiro de desperdicios requieren de energía. Una crisis energética seria paralizaría las ciudades y con ello a más de la mitad de la población mundial.
Ni siquiera he mencionado el efecto de la combustión de hidrocarburos sobre el clima. Hoy se tiende a dar prioridad a la crisis económica discutiendo si el cambio en nuestros hábitos de consumo tendría efecto negativo sobre la economía. Por otra parte, cuando la economía se recupere, el petróleo recuperará su precio. Ha tomado 300 millones de años formar los depósitos de hidrocarburos y menos de 150 años para llevarlos cerca del agotamiento. Hoy se discute si queda para 30 o para 50 años más; en verdad, al lado de los 300 los millones necesarios para reponerlos, la diferencia es irrelevante.
SALVAR EL PLANETACada cierto tiempo oímos y leemos llamados para salvar el planeta. El planeta no necesita que lo salven; no tiene problemas y sobrevivirá. La naturaleza no es ni buena ni mala, solo es. Los adjetivos “bueno” y “malo” aplicados a la naturaleza siempre están referidos a nuestras posibilidades de sobrevivir. En términos generales. es bueno lo que nos facilita el sobrevivir y malo lo que lo dificulta. El planeta sobrevive siempre, con o sin osos polares, con o sin bosques y evidentemente con o sin gente.
Nuestra posición con respecto al planeta es la de hacerlo más habitable y menos hostil a nuestra supervivencia. Para ello hemos introducido una serie de modificaciones cuyas consecuencias no hemos medido. El equilibrio natural de los ecosistemas que encontró la humanidad cuando comenzó a multiplicarse, pasados ciertos límites de intervención humana, pierde su elasticidad. Algunos los hemos modificado más allá de toda recuperación. Europa, de una densa selva, se ha convertido en un gran campo agrícola sembrado de ciudades y cruzado por carreteras, puentes y líneas de ferrocarril.
En la mayoría de los casos los cambios han sido favorables a nuestra supervivencia, con lo cual hemos podido explosionar en números y simultáneamente aumentar nuestra expectativa de vida. Esto está cambiando bruscamente, en forma desequilibrada, afectando en primer lugar a las poblaciones más vulnerables. Estamos alcanzando niveles insostenibles de consumo, dependencia y alteración de ecosistemas. Frenar el crecimiento poblacional es indispensable, pero definitivamente no es lo único. Un cambio de la matriz energética por parte de los países del Primer Mundo es impostergable.
En nuestro caso, un cambio de hábitos de consumo sería muy conveniente, aunque no tendrá impacto en el mundo. Además de tratar de frenar la población, debemos dar prioridad a la conservación del agua. Me dicen los agricultores que nuestra producción de alimentos está directamente ligada a la disponibilidad y control del agua. También debemos evitar la destrucción por contaminación, por explotación de minerales, deforestación, etc. La dramática foto de los mineros informales en Madre de Dios es un recuerdo escalofriante de lo que está pasando en nuestro país.
Debemos recordar que no se trata de salvar el planeta, el planeta sobrevivirá de todas maneras, aunque nos caiga el meteorito o nos revienten los mayas en el 2012. Lo más probable es que, al paso que vamos, mucho antes del gran cataclismo, hagamos el planeta inhabitable para nosotros y todas las especies que hemos creado como dependientes. Hay mucho por hacer y queda poco tiempo.

Guardaparques: Héroes del Silencio en la conservación de espacios protegidos

Ocho vigilantes cuidan las 24 horas unos 3 millones de hectáreas de bosque. Según el plan maestro del parque, deberían contar con 60 guardaparques
Por: Vanessa Romo Espinoza Enviada especial
La proa de un peque peque abre un surco espumoso en las tranquilas aguas del río Purús, al extremo este de Ucayali. Movilizarse en esta frágil embarcación es un lujo en esta provincia fronteriza con Brasil: un galón de gasolina cuesta S/.25 (más del doble que en Lima).
“Un galón nos alcanza para una hora de viaje”, comenta Iván Pezzo, con la voz entrecortada por el rugido del motor de la lancha que lo lleva a una comunidad nativa cercana, Cashuera. Esta se ubica a solo hora y media de Puerto Esperanza, capital de la provincia de Purús. A veces debe hacer viajes de un día o dos y no siempre cuenta con la gasolina o la comida necesaria para esas faenas. Pero no se queja. “Esta es la vida del guardaparques en el Perú”, dice entusiasta, con el reflejo del torrente en la mirada.
Su optimismo puede parecer excesivo una vez que se sabe cuál es su ámbito de acción. Son 2’724.263 hectáreas de bosque tropical, extendido principalmente en Ucayali, pero con territorio en Madre de Dios, las que tienen que ser vigiladas por ocho guardaparques agrupados en cuatro puestos de control, pertenecientes al Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).
El parque más grande del país y el tercero en Sudamérica en extensión solo tiene 8 personas que controlan que no haya un abuso de los recursos en esa área, como la tala ilegal de caoba que reinaba hasta el año pasado en el sur de la reserva y la extracción de paiche, cotidiana actividad antes de la creación de esta área. Para enfrentar estos actos no tienen más que los machetes que usan para abrirse paso en la espesura del bosque. “El Sernanp nos ha dicho que si alguien nos ataca y nosotros agredimos en nuestra defensa, no podrán apoyarnos legalmente”, se lamenta Elías Ortiz, guardaparques en Saniruja, uno de los puestos de control más alejados de Alto Purús.
LABOR SACRIFICADAAdemás de Saniruja, los puestos de Kokama, Curanja y Novia han sido construidos por los mismos vigilantes con ramas de pona y palmas de shapaja. Iván, Elías y Víctor Gonzales llegaron desde Iquitos en el 2006, con la experiencia previa de haber cuidado las áreas de la reserva del Pacaya Samiria. “Allá había más seguridad en los puestos”, cuenta Elías. “Aquí usamos equipos de radio prestados por las comunidades”, agrega.
El jefe de esta área protegida, Arsenio Calle, afirma que según el plan maestro del parque, para el 2010 deberían tener 60 guardaparques capacitados. Pero el presupuesto que recibieron para esta zona este año solo llegó a los S/.300 mil. “Nosotros recibimos mensualmente mil soles, algo que no nos alcanza para enviar a nuestras familias”, dice Iván. Dos veces al año, el Sernanp les paga el pasaje a Iquitos. “Pero nos han dicho que ya no hay presupuesto. Parece que a fin de año tendremos que asumir el costo”, añade.
El jefe del Sernanp, Luis Alfaro, declaró a El Comercio que este año su entidad esperaba recibir S/.32 millones, lo que garantizaría mayor presencia de guardaparques nativos. Cinco de los ocho vigilantes de Alto Purús son de la zona y están siendo instruidos para que puedan educar a las comunidades en desarrollo sostenible y en monitoreo de fauna y flora. Además hay otros 36 guardaparques voluntarios a lo largo del río Purús.
¿Y que les hace quedarse pese a los obstáculos?, les preguntan las personas que oyen sus peripecias. “Yo ganaba S/.500 semanales por un trabajo de medio tiempo en Iquitos, hasta que me plantearon venir al lugar más aislado del Perú, por la mitad del sueldo, alejado de mi familia. Aquí me tienen”, dice, y sonríe. Hay algunos que construyen el futuro del país en las ciudades. A ellos les gusta pensar que hacen patria, anónimamente, en el olvido.