domingo, 14 de junio de 2009

Países desarrollados se resisten a cortar sus emisiones de CO2

BONN. Las negociaciones para definir un nuevo orden climático avanzan contrarreloj. En menos de seis meses debería firmarse un acuerdo global destinado a tomar la posta al Protocolo de Kioto. Sin embargo, son todavía muchos y de gran calado los obstáculos que quedan por superar. Esta semana, en la conferencia de la ONU sobre el clima que tuvo lugar en Bonn, varios países industrializados se mostraron poco dispuestos a cortar drásticamente sus emisiones de CO2. Mientras tanto, se siguen acumulando pruebas irrefutables de que el cambio climático ya está entre nosotros.
“Es la primera vez en dos años y medio en este trabajo que no sé qué decir”. Con estas palabras, Ivo de Boer, la máxima autoridad de la ONU sobre el cambio climático, respondió a los periodistas que le pidieron una reacción sobre la recién anunciada “meta japonesa” de reducir solo en un 8% sus emisiones de CO2 hasta el 2020 con respecto a 1990. El anuncio del primer ministro Taro Aso cayó como un baldazo de agua fría sobre la cabeza de las centenas de delegados, activistas y periodistas reunidos en Bonn con el objetivo de allanar el camino a Copenhague, la ciudad donde en diciembre se espera firmar un acuerdo histórico para mitigar el calentamiento global.
No era para menos. Existe consenso entre la comunidad científica sobre la necesidad de que los países industrializados reduzcan entre 25% y 40% sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) hasta el 2020 respecto de 1990 si se quiere evitar los más terribles impactos del cambio climático. “Con las metas de recortes avanzadas hasta hoy estamos todavía muy lejos de los rangos de ambición conformes con las recomendaciones del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU)”, sostuvo De Boer esta semana.
Al día de hoy solo la Unión Europea ha presentado un compromiso razonable de reducciones de GEI (entre -20% y -30%). Rusia y Nueva Zelanda todavía no han revelado sus metas. Australia ofrece un -5%. Canadá, sin empacho, ha anunciado un incremento de sus emisiones. Estados Unidos tramita un proyecto de ley en el Congreso que prevé un recorte del 17% hasta el 2020, pero tomando como base el 2005 en lugar de 1990.
“Con estas metas llegamos a un recorte total para los países industrializados de entre el 8% y 15%, lo que nos llevaría a un escenario de calentamiento del planeta superior a 2 grados centígrados”, explica Gustavo Ampugnani, coordinador para América Latina de Greenpeace. “Un incremento de la temperatura de 3 grados implicaría la pérdida de un tercio de las especies del planeta y de la mayor parte de los bosques amazónicos, así como el deshielo irreversible de Groenlandia y la Antártida occidental”, añadió.
ACUERDO HISTÓRICO
Las negociaciones para acordar un nuevo orden climático, además de ser consideradas las más trascendentales que la humanidad haya emprendido, puesto que está en juego nuestro único hábitat, se cuentan también entre las más complicadas: nada se da por decidido hasta que la totalidad del acuerdo sea adoptado y las piedras angulares de este son interdependientes. Los países industrializados, además de calcular sus metas mirando de reojo las contribuciones del vecino, condicionan el apoyo financiero indispensable para promover el desarrollo limpio de los países emergentes a que estos también fijen sus objetivos de reducción de gases. Pero los países en desarrollo se niegan a asumir compromisos hasta que las naciones desarrolladas reconozcan sus responsabilidades históricas de contaminación y pongan sobre la mesa los recursos suficientes para ayudarlos a disminuir las emisiones de GEI y a adaptarse a los impactos del cambio climático. La agencia de la ONU para el clima cifra en 250 mil millones de dólares anuales esta tarea.
El 1 de junio, en Bonn, 188 delegaciones de igual número de países retomaron el diálogo con miras a Copenhague sobre la base de un primer borrador del acuerdo. Diez días después, en la mitad de la segunda semana de la conferencia, el documento había quedado totalmente desfigurado por la cantidad de adendas, reparos y tachaduras que le introdujeron las partes.
Eduardo Durán, director general de Cambio Climático del Ministerio del Medio Ambiente y jefe de la comitiva peruana presente en la otrora capital alemana, manifestó cierto malestar hacia el final de las dos semanas de negociación: “Estamos algo frustrados porque no somos un país pequeño ni una potencia, nos vapulean por ambos lados”, declaró en referencia a la situación incómoda del Perú en el G77+ China, un numeroso grupo de países que incluye naciones en desarrollo, pero también grandes potencias emergentes que no tienen un prontuario histórico contra el medio ambiente, pero que en la actualidad son altamente contaminadoras.
No obstante, Durán rescató el hecho de que a estas alturas de las negociaciones se ha enriquecido la visión sobre cómo enfrentar la deforestación y degradación de los bosques que son responsables de aproximadamente el 20% de las emisiones de carbono: “Ahora ya no se ve a los bosques como un simple sumidero de CO2 sino como una realidad mucho más compleja en la que se incorpora el desarrollo de sus poblaciones y la protección de la biodiversidad y el agua”. Esta evolución es fundamental para el Perú, que, junto con Brasil e Indonesia, concentra las mayores extensiones de bosques tropicales en el mundo.
SEPA MÁS
Los acuerdos de la cumbre de la ONU sobre el cambio climático de Bali 2007 abrieron el camino (vía Poznan 2008) hacia la cumbre de Copenhague 2009 (del 7 al 18 de diciembre del 2009).
En Copenhague se ha de negociar un nuevo protocolo que sustituya en el 2012 al de Kioto. Puede ser la última oportunidad para el planeta.
Fuente: El Comercio del 14.06.09