jueves, 13 de agosto de 2009

La desertificación en el Perú: retos y oportunidades

Por ROSARIO GÓMEZ

En 1994, el Perú suscribió la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y Sequía (CNULDS); sin embargo, la prioridad asignada al tema, tanto en la agenda pública como en términos presupuestales, es limitada. Por tanto, resulta interesante conocer el significado e importancia de la desertificación; la situación de la desertificación en el Perú; y los retos y oportunidades.

¿QUÉ ES DESERTIFICACIÓN?

La desertificación es un proceso complejo resultante de la interacción de factores naturales y antrópicos. El concepto está asociado al manejo no sostenible de la tierra en zonas áridas, semiáridas y áridas subhúmedas, que lleva a que esta pierda sus características productivas y de soporte de las actividades productivas. Las zonas áridas se caracterizan por la reducida precipitación pluvial y elevada tasa de evaporación.

En el mundo, el 20% de las tierras áridas tiene problemas de desertificación por el manejo inadecuado del agua y la erosión eólica (Middleton y Thomas 1997) . Ello representa 6 millones de km2, lo cual equivale al doble de la extensión del territorio de la India. El problema de manejo no sostenible de la tierra tiene efectos adversos en 20 millones de habitantes en más de 100 países (MEA 2005) .

Esta situación afecta el desarrollo de actividades productivas y, por ende, el ingreso de la población; por lo general, población vulnerable de bajos ingresos.

Desertificación en África
Se estima que el 65% de la población total africana (485 millones de habitantes) está afectada por la desertificación. Cerca del 11% del área total africana (332 millones de hectáreas) corresponde a tierras áridas desertificadas debido a factores humanos.
El costo de la degradación de tierra en Madagascar, principalmente como consecuencia de procesos de deforestación, representa el 15% del PBI. En Ghana se ha registrado una pérdida de productividad anual de la tierra de 2,9% en todos los cultivos y ganadería por la erosión de la tierra y la pérdida de los nutrientes del suelo, lo cual representa entre 2% y 5% del PBI agropecuario.

Se registra una pérdida de ingreso anual entre US$ 332 y US$ 335 millones en Etiopía, y entre US$ 58 y US$ 68 millones en Mali.

Fuente: Banco Mundial (2009). «Africa-World Day to Combat Desertification, 2009». En: World Bank. 16 de junio. .

Entre los procesos y fuerzas motrices que contribuyen con la desertificación se incluyen: el sobreuso de agua, la deforestación, el cambio de uso de suelo, la ganadería extensiva, y las políticas públicas que no consideran el valor de los servicios ecosistémicos e incentivan su sobreuso o pérdida de calidad.

El funcionamiento de las actividades productivas que no consideran las consecuencias del estilo de producción en el equilibrio de los ecosistemas, genera costos económicos y sociales importantes. Los ecosistemas brindan una variedad de beneficios a la población y contribuyen a mejorar el bienestar humano. Estos se denominan servicios ecosistémicos y se clasifican en cuatro tipos: provisión (p. ej., agua, alimentos), regulación (p. ej., regulación del clima, ciclo hidrológico, autopurificación de agua y aire), soporte (p. ej., ciclo de nutrientes, fertilidad del suelo por la actividad de los microorganismos) y culturales (p. ej., espirituales, recreativos). El servicio de soporte es el que más sufre en un proceso de desertificación (MEA 2005).

Entre los servicios ecosistémicos que brindan los sistemas áridos, se incluye la provisión de vegetales y frutas, así como la producción ganadera, lo cual es parte de la alimentación de los productores agrícolas que viven en dicho sistema. De igual forma, la provisión de agua contribuye con el funcionamiento de los servicios de regulación y soporte, lo cual permite el desarrollo de pasturas, cultivos y atención de necesidades para la crianza de ganado y la población. La biodiversidad también desempeña un rol importante porque está vinculada con la producción de diversos servicios ecosistémicos.

Por ejemplo, la acacia africana ofrece forraje para el desarrollo del suelo, la generación de energía y los alimentos. Además, dicho cultivo facilita el ciclo de nutrientes y el desarrollo servicios culturales. De otro lado, dado que la producción agrícola en las zonas áridas está condicionada a la disponibilidad de agua, dependerá de las características del suelo la capacidad de almacenamiento de agua y su disponibilidad durante los períodos secos (MEA 2005).

LA DESERTIFICACIÓN EN EL PERÚ

En el Perú, la desertificación es un problema crítico y creciente por la pérdida de la capacidad productiva del suelo en las zonas de producción agrícola. El Perú tiene 3.862.786 hectáreas desertificadas, lo cual representa el 3% de la superficie total del país; a lo cual se suma 30.522.010 hectáreas en proceso de desertificación (Fuente: Inrena), lo cual equivale al 24% del territorio nacional o poco más de la superficie agregada de los departamentos de Ucayali, Madre de Dios, Puno y Piura. Una parte importante de la desertificación se encuentra en la costa norte (Piura-Lambayeque), la cual es un área importante de producción agrícola para la agroexportación. Las zonas áridas, subáridas y áridas subhúmedas reciben apenas el 2% de la precipitación pluvial que cae en el país.

La costa está afectada principalmente por la salinización. Es decir, el 40% de la superficie cultivada está afectada por este problema; mientras que en la sierra predomina la erosión de suelos, que afecta entre el 50% y 60% de los suelos en la zona (Andaluz et al. 2005) .

En el Perú, las causas de la desertificación están vinculadas con el manejo inadecuado del agua, el manejo productivo no sostenible; por ejemplo, prácticas agrícolas en tierras de elevada pendiente, sobrepastoreo, deforestación de lomas, bosques secos y matorrales, y minería con manejo eco-eficiente limitado. A ello se agrega la situación de pobreza de la población rural. En la costa norte se evidencia la tala indiscriminada del bosque seco, con la finalidad de obtener combustible barato; mientras que en los páramos de Cajamarca o en las punas de Huancavelica, Ayacucho, Cusco y Puno se registra el uso intensivo del suelo y prácticas inadecuadas de cultivo (Cabrera 2005) .

Entre los impactos que genera la desertificación se incluyen: el deterioro del servicio ecosistémico de soporte, pues se reduce la capacidad productiva del suelo al modificarse el medio donde se desarrollan los distintos microorganismos que contribuyen con su fertilidad. Los suelos menos fértiles afectan la productividad agrícola, lo cual limita los ingresos de los productores y aumenta la inseguridad alimentaria de la población local. Como resultado, se agudiza la situación de pobreza local. De otro lado, la degradación de suelos en zonas áridas afecta la biodiversidad local. No solo se pierde la biodiversidad que habita en los suelos, sino también aquella que se desarrolla en los campos productivos.

Finalmente, la desertificación en la zona aumenta la vulnerabilidad de la población frente al cambio climático y a los eventos extremos debido a que la degradación del suelo incrementa el riesgo de deslizamientos de tierra, y reduce la productividad del suelo y los ingresos. Por tanto, la capacidad de adaptarse a dichas situaciones se reduce, aumentan los costos de manejar la actividad agrícola y se agudiza la situación de pobreza local.

EL MARCO JURÍDICO-INSTITUCIONAL

El Perú suscribió la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y Sequía (CNULDS) en 1994 y en 1995, el Congreso de la República aprobó dicho compromiso, que fue ratificado en la CNULDS en el año 1996. Además, se aprobó normativa importante para contribuir con la formación de una institucionalidad que favorezca el cumplimiento de los compromisos. Cabe precisar que la CNULDS cuenta con una Red Internacional de organizaciones no gubernamentales (ONG) sobre desertificación, la cual es una estructura de facilitación conformada por las ONG y organizaciones civiles de base (OCB) comprometidas con la lucha contra la desertificación.

Con la finalidad de promover la implementación de la CNULDS con la participación de los actores claves, se constituyó la Comisión Nacional de Lucha contra la Desertificación y Sequía (Conaldes) en el año 2006. A partir de 2008, el Ministerio del Ambiente es el responsable de formular la política nacional de lucha contra la desertificación y sequía. Por su parte, la Conaldes se ha constituido en un espacio integrador que favorece la coordinación interinstitucional entre los diferentes niveles de gobierno con las comunidades afectadas, las ONG, el sector privado y la población.

DESERTIFICACIÓN Y CAMBIO CLIMÁTICO


La desertificación se agudiza por el cambio climático. El Perú es considerado como uno de los países más sensibles al cambio climático por la variedad y fragilidad de los ecosistemas. El cambio climático afecta el régimen de lluvias, quedando zonas expuestas a lluvias más frecuentes e intensas o, en su defecto, a períodos de prolongada sequía. Además, la variabilidad climática afecta la frecuencia e intensidad del Fenómeno El Niño.

La reducida disponibilidad de agua en las zonas áridas, que es fundamental para la producción, se agudiza porque aumenta la evaporación debido a las mayores temperaturas. Además, las plantas pierden agua cada vez absorben el dióxido de carbono. De otro lado, si en algunas áreas aumenta la lluvia, lo cual mejora la capacidad productiva, el aumento de temperatura puede estar por encima del óptimo e incrementar la evaporación de la superficie del suelo, con la consecuente reducción de la humedad en el mismo.

Diversos investigadores coinciden en que el cambio climático exacerba la deforestación. Además, amplía los efectos negativos de la desertificación y eleva los riesgos de degradación de suelo y aumenta los costos de intervención para implementar medidas de adaptación o mitigación.

RETOS Y OPORTUNIDADES
El tema de manejo sostenible de la tierra para combatir la desertificación ofrece un conjunto de oportunidades y retos. En cuanto a las oportunidades, se puede trabajar en los siguientes aspectos:

• Diseñar programas y proyectos articulados entre las convenciones de Cambio Climático, Diversidad Biológica y Desertificación, dada la estrecha vinculación entre los objetivos y temas clave que abordan en cada convención. De esta manera, se puede optimizar el uso del recurso financiero, aprovechar economías de escala y sinergias entre programas y proyectos; y además, realizar una mayor difusión al tema de desertificación.
• Incorporar el componente de manejo sostenible de la tierra en los programas y proyectos de alivio a la pobreza en zonas áridas del ámbito rural, dada la estrecha relación entre pobreza y áreas desertificadas.
• Diseñar e implementar programas de investigación que capitalicen las fortalezas del sector académico y los centros de investigación científica y las urgencias de las políticas públicas, con la finalidad de brindar una comprensión integral del tema de desertificación en las diferentes partes del país y plantear propuestas de políticas integrales para promover el manejo sostenible de la tierra.

En el diseño de una agenda de investigación, se pueden tener en cuenta los siguientes temas:

o Análisis de la naturaleza, los alcances y la severidad de la desertificación y sequía. Relación entre desertificación y agricultura.
o Estudio de las instituciones y políticas en materia de desertificación, en diferentes niveles (internacional, nacional, regional y local).
o Tecnología y mejora en el manejo productivo y mejora en el ingreso del productor, sobre la base del conocimiento tradicional y la tecnología apropiada.
o Diseño de indicadores integrados: servicios ecosistémicos, productividad, competitividad y reducción de pobreza.
o Valoración de los servicios ecosistémicos.
o Pago por servicios ecosistémicos y competitividad.

El reto que plantea el abordaje de la desertificación, al igual que diversos temas económico-ambientales-sociales, está en el estilo de la formulación de las políticas públicas. El hecho de vivir bajo situaciones inciertas o desconocidas exige de políticas adaptativas, en los respectivos ámbitos nacional, regional y local, para enfrentar problemas ambientales globales y/o locales. Este tipo de políticas está cobrando importancia debido a su efectividad bajo contextos complejos, dinámicos e inciertos (Swanson y Bahdwal 2008) . En este sentido, se sugieren algunos elementos por tener en cuenta en el nuevo estilo de formulación de las políticas públicas:

• Formular e implementar políticas públicas integrales que incorporen, cuando sea pertinente, los objetivos y compromisos asumidos en los acuerdos internacionales suscritos, como en el caso de las convenciones de Cambio Climático, Diversidad Biológica y Desertificación.
• Diseñar e implementar estrategias de financiamiento conjunto entre las convenciones indicadas para optimizar el uso de los recursos provenientes de la cooperación internacional.
• Promover la participación de los actores locales en la discusión de los programas y proyectos con la finalidad de estar no solo respaldados, sino procurar asegurar su continuidad a lo largo del tiempo, cada vez que sea pertinente.

El tema de desertificación en el mundo adquiere importancia creciente y se tiene la oportunidad abordarlo desde una perspectiva estratégica e integrada, lo cual se puede constituir en un componente para contribuir a reducir la pobreza de las poblaciones locales, reducir la vulnerabilidad y mejorar la conservación de los servicios ecosistémicos. De esta manera, el manejo sostenible de la tierra contribuirá a mejorar la calidad de vida de la población, en un contexto de desarrollo sostenible.

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1. Artículo preparado sobre la base del documento de discusión Gómez, Rosario (2009). Desertificación y producción agrícola: El caso de la microcuenca de Río Seco. Lima: CIUP.
2. Middleton, N.J. y Thomas, D., 1997. World atlas of desertification (2nd edition). Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP). Wiley, 182p.
3. Millenium Ecosystem Assessment-MEA (2005). «Dryland Systems». En: Ecosystems and Human Well-Being: Current State and Trends. Vol. I. Washington, D.C.: Island Press, pp. 625-662.

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