sábado, 7 de noviembre de 2009

Perú, libre de transgénicos


Por: Manuel Luque Casanave Analista
La reciente autorización del Gobierno Mexicano para que se realicen pruebas con maíz transgénico es muy controversial, teniendo en cuenta que así como nuestro país es la cuna de la papa y China del arroz, México lo es del maíz. El gran riesgo de esta medida es que las muchas variedades endémicas de maíz que tiene México se vean reducidas y uniformizadas a estándares transgénicos, lo cual restaría variedad a la amplia oferta mexicana de maíz, comprometiendo la salud de su población y generando una dependencia económica de las semillas transgénicas, con riesgo a la subsistencia de los pequeños agricultores y a la seguridad alimentaria, al ser el maíz la base de la alimentación mexicana.
Se argumenta que con los cultivos genéticamente modificados se solucionaría el problema del hambre y desnutrición del mundo, por incremento en la productividad; sin embargo, el aumento en la productividad en nuestros países atraviesa por mecanizar el agro, implementar riego tecnificado y mejorar la asistencia técnica.
La incorporación de transgénicos comprometería nuestra seguridad alimentaria, al generarse una dependencia económica continua de las semillas transgénicas (OGM), las que en este escenario no serían de libre disponibilidad para el agricultor, pues en cada campaña de siembra tendría que comprarlas. Las patentes impedirían que el agricultor las use para la siguiente siembra; de otra forma estaría violando el derecho de propiedad intelectual y dentro del alcance de los TLC. La empresa transnacional propietaria de la semilla podría acudir a tribunales internacionales para hacer valer sus derechos de propiedad intelectual.
La OMS reconoce efectos potenciales en los alimentos transgénicos por transferencia horizontal de los genes y especifica que los genes modificados poseen una persistencia de efectos imprevisibles. Se ha vinculado a su consumo afecciones alérgicas, resistencia a los antibióticos y casos de mutaciones genéticas.
En el Perú tenemos un gran número de especies endémicas en la alimentación básica, con variedades únicas que solo crecen en nuestro país (papa, olluco, chirimoya, lúcuma, uva quebranta, habas, etc.), que forman parte —por sus contenidos nutricionales— del granero de alimentos naturales del mundo, asimismo productos únicos de la medicina tradicional. Todos ellos podrían perderse definitivamente y para siempre en sus variedades únicas, por contaminación transgénica si introducimos transgénicos, desapareciendo así nuestras ventajas competitivas en el mercado mundial.
Se ha demostrado que los cultivos transgénicos no pueden coexistir con la agricultura orgánica. Un escenario de “contaminación genética” pondría en riesgo de perder nuestro patrimonio genético y alimenticio, ello podría ocurrir por polinización cruzada de transgénicos de cultivos adyacentes —vía el viento, insectos, aves y otros agentes polinizadores—, por cultivos ilegales, irregularidades administrativas, deficiencias en el rastreo de los transgénicos.
Debemos patentar nuestros recursos genéticos para no perder las oportunidades que ofrece el mercado y evitar además la biopiratería solapada a partir de los cultivos transgénicos.
El Estado debe impulsar la creación de bancos de genes regionales, orientados a identificar, caracterizar y patentar genes, excipientes y principios activos contenidos en nuestras diversas plantas con propiedades nutritivas, curativas o comerciales e impulsar industrias regionales para dar valor agregado a estos recursos.

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