sábado, 7 de noviembre de 2009

De bosques y gente

Las primeras señales de alarma. Cuatro años atrás, la Amazonía fue escenario de extraños acontecimientos. Señales inequívocas de que algo estaba pasando, algo muy malo. Así se conoció una de las terribles caras del cambio climático.
Por: José Álvarez Alonso Biólogo
En el año 2005 los demonios ardientes del Sahara se pasearon por la Amazonía. Ríos navegables del tamaño del londinense Támesis se secaron durante meses, millones de peces murieron asfixiados en lagos convertidos en estanques putrefactos, y centenares de miles de hectáreas de bosques ardieron. En la Amazonía peruana, los indígenas informaron que nunca habían visto cosa igual: árboles fructificando fuera de época, lluvias y vaciantes de ríos fuera de temporada, peces y tortugas acuáticas sin poder reproducirse. Ciudades del tamaño de Moyobamba, Rodríguez de Mendoza o Juanjuí, en la selva alta, sufrieron restricciones de agua hasta de 20 horas al día durante meses, y miles de hectáreas de arrozales en San Martín no se sembraron por falta de agua.
Más confusiónEn los años siguientes continuaron los desórdenes naturales: el camu camu, el pijuayo y el humarí, entre otras especies selváticas, fructificaron fuera de temporada y casi ningún aguajal produjo frutos durante el 2006, para preocupación de los loretanos. Se sospecha que estos cambios en las temporadas de fructificación de las plantas estarían afectando también a los animales silvestres, cuyo reloj biológico ha (o había) sincronizado la reproducción con la temporada de mayor producción de frutos.
Tan solo un avisoA decir de los expertos, este fue un preludio de lo que le espera a la Amazonía si el clima mundial sigue calentándose al ritmo actual.
El ecosistema amazónico depende de una sutil y compleja red de interrelaciones que puede colapsar con leves cambios de temperatura o por la tala indiscriminada. Un grupo de investigadores calculó en 40% el máximo de deforestación que podría soportar la cuenca amazónica antes de colapsar y convertirse en una sabana de hierbas y arbustos dispersos.
Conservar es mitigarEl mundo no puede perder a la Amazonía como ecosistema, por su megabiodiversidad, por las culturas milenarias que viven de ella y que desaparecerían con el bosque que las sustenta, y por los servicios ambientales que presta. El agua dulce del Amazonas y sus afluentes representan un quinto del agua dulce no congelada del planeta y el bosque es la “fábrica” de la lluvia (ver recuadro). Hay expectativa de que en la Cumbre Climática de Copenhague los países industrializados apuesten por la más barata (y justa) forma de reducir las emisiones de carbono: apoyando a los países tropicales pobres a proteger sus bosques. Los expertos sostienen que la pérdida de la Amazonía, elevaría la temperatura global en 1 ºC.
Los grandes protagonistasLas comunidades amazónicas deben ser protagonistas directas y principales beneficiarias de cualquier proyecto que busque proteger los bosques. Los dirigentes indígenas que participan en las mesas de diálogo con el Gobierno manifiestan, con frecuencia, su oposición a medidas asistencialistas y populistas que convierten al poblador amazónico en poco menos que un mendigo dependiente de la donación de turno. Propugnan un modelo inclusivo en que las comunidades sean protagonistas de su propio desarrollo, generadoras de sus propios recursos con dignidad. Retomando el conocido proverbio chino, ya no se trata de recibir el pescado, ni siquiera aprender a pescar, sino de aprender a manejar las pesquerías, cada vez menos productivas, a producir pescado en estanques, y a comercializar productos pesqueros con valor agregado.
Las personas primeroCuando la gente genera sus propios ingresos dignamente, a través de un proceso de involucramiento gradual en actividades económicas, enfrenta mucho mejor los desafíos de la globalización y de la sociedad dominante, y tiende a conservar y manejar mucho mejor los territorios y recursos, incluyendo el bosque que sustenta su identidad cultural y su cohesión social.
Árboles de a pieUna alternativa que está dando muy buenos resultados en algunas comunidades aledañas a las áreas de conservación regional de Loreto, por ejemplo, es la promoción y uso sostenible del bosque en pie. Las mismas comunidades desarrollan propuestas productivas y rentables aprovechando y transformando los recursos forestales, pesqueros y de fauna y flora. Estos modelos se basan en la gestión comunal y adaptativa de los recursos, y en un enfoque ecosistémico: el bosque debe estar sano, en grandes extensiones, con áreas de conservación como núcleo, para garantizar una provisión sostenible de bienes y servicios.
El ciclo de la lluvia
Casi la mitad de la lluvia que cae sobre la Amazonía es de alguna forma producida por la misma vegetación, por evapotranspiración.
El resto de la humedad proviene del Atlántico.
Otro 25% de lluvia no caería sin el colchón de bosque que regula las temperaturas de la superficie.
En 75% se reducirían las lluvias si la cobertura vegetal desaparece o sufre serias alteraciones.
Algunos estados amazónicos de Brasil sobrepasaron el 40% de deforestación (umbral del peligro).
En el Perú, la región San Martín tiene 30% de su territorio deforestado y ya sufre las consecuencias de escasez estacional de agua para consumo humano y agrícola.

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