martes, 24 de noviembre de 2009

Guardaparques: Héroes del Silencio en la conservación de espacios protegidos

Ocho vigilantes cuidan las 24 horas unos 3 millones de hectáreas de bosque. Según el plan maestro del parque, deberían contar con 60 guardaparques
Por: Vanessa Romo Espinoza Enviada especial
La proa de un peque peque abre un surco espumoso en las tranquilas aguas del río Purús, al extremo este de Ucayali. Movilizarse en esta frágil embarcación es un lujo en esta provincia fronteriza con Brasil: un galón de gasolina cuesta S/.25 (más del doble que en Lima).
“Un galón nos alcanza para una hora de viaje”, comenta Iván Pezzo, con la voz entrecortada por el rugido del motor de la lancha que lo lleva a una comunidad nativa cercana, Cashuera. Esta se ubica a solo hora y media de Puerto Esperanza, capital de la provincia de Purús. A veces debe hacer viajes de un día o dos y no siempre cuenta con la gasolina o la comida necesaria para esas faenas. Pero no se queja. “Esta es la vida del guardaparques en el Perú”, dice entusiasta, con el reflejo del torrente en la mirada.
Su optimismo puede parecer excesivo una vez que se sabe cuál es su ámbito de acción. Son 2’724.263 hectáreas de bosque tropical, extendido principalmente en Ucayali, pero con territorio en Madre de Dios, las que tienen que ser vigiladas por ocho guardaparques agrupados en cuatro puestos de control, pertenecientes al Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).
El parque más grande del país y el tercero en Sudamérica en extensión solo tiene 8 personas que controlan que no haya un abuso de los recursos en esa área, como la tala ilegal de caoba que reinaba hasta el año pasado en el sur de la reserva y la extracción de paiche, cotidiana actividad antes de la creación de esta área. Para enfrentar estos actos no tienen más que los machetes que usan para abrirse paso en la espesura del bosque. “El Sernanp nos ha dicho que si alguien nos ataca y nosotros agredimos en nuestra defensa, no podrán apoyarnos legalmente”, se lamenta Elías Ortiz, guardaparques en Saniruja, uno de los puestos de control más alejados de Alto Purús.
LABOR SACRIFICADAAdemás de Saniruja, los puestos de Kokama, Curanja y Novia han sido construidos por los mismos vigilantes con ramas de pona y palmas de shapaja. Iván, Elías y Víctor Gonzales llegaron desde Iquitos en el 2006, con la experiencia previa de haber cuidado las áreas de la reserva del Pacaya Samiria. “Allá había más seguridad en los puestos”, cuenta Elías. “Aquí usamos equipos de radio prestados por las comunidades”, agrega.
El jefe de esta área protegida, Arsenio Calle, afirma que según el plan maestro del parque, para el 2010 deberían tener 60 guardaparques capacitados. Pero el presupuesto que recibieron para esta zona este año solo llegó a los S/.300 mil. “Nosotros recibimos mensualmente mil soles, algo que no nos alcanza para enviar a nuestras familias”, dice Iván. Dos veces al año, el Sernanp les paga el pasaje a Iquitos. “Pero nos han dicho que ya no hay presupuesto. Parece que a fin de año tendremos que asumir el costo”, añade.
El jefe del Sernanp, Luis Alfaro, declaró a El Comercio que este año su entidad esperaba recibir S/.32 millones, lo que garantizaría mayor presencia de guardaparques nativos. Cinco de los ocho vigilantes de Alto Purús son de la zona y están siendo instruidos para que puedan educar a las comunidades en desarrollo sostenible y en monitoreo de fauna y flora. Además hay otros 36 guardaparques voluntarios a lo largo del río Purús.
¿Y que les hace quedarse pese a los obstáculos?, les preguntan las personas que oyen sus peripecias. “Yo ganaba S/.500 semanales por un trabajo de medio tiempo en Iquitos, hasta que me plantearon venir al lugar más aislado del Perú, por la mitad del sueldo, alejado de mi familia. Aquí me tienen”, dice, y sonríe. Hay algunos que construyen el futuro del país en las ciudades. A ellos les gusta pensar que hacen patria, anónimamente, en el olvido.

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