viernes, 9 de octubre de 2009

Matanza de lobos marinos en Máncora

El vuelo a media altura de una docena de gallinazos pone en evidencia que algo se pudre en la playa, frente a Vichayito, en el distrito de Los Órganos (Talara). Se trata de un lobo marino que, por su estado, parece haber muerto hace cuatro días. Al costado, varias aves yacen con el pico enterrado, aparentes víctimas de un envenenamiento.
No es el primer lobo marino encontrado muerto en las orillas del mar entre Máncora y Los Órganos, donde están las playas más hermosas y concurridas del norte peruano. A estas alturas (miércoles 30 de setiembre) ya hemos encontrado cuatro lobos muertos en ese tramo.
Días después (el viernes 2 de octubre) algunos contactos nos darían el dato de la presencia de otros restos de lobos en proceso de descomposición en las playas ubicadas más al norte, entre Máncora y Zorritos (Tumbes).
¿Qué está pasando con los lobos?, nos preguntamos. Luego de varios días de indagaciones descubrimos que los causantes de esas muertes son los sacadores ilegales de langostinos, que eliminan a estos animales porque les destruyen sus redes de pesca.
Varios pescadores a los que entrevistamos, pero que no quisieron ser identificados, dijeron que los lobos se matan utilizando un potente veneno comprado en Ecuador. El líquido es inyectado en peces que luego son arrojados al mar para que sean consumidos por los lobos.
GUERRA DE LAS LANGOSTAS
El mar peruano, frente a los distritos de Los Órganos, Máncora y Zorritos, tiene especies diversas: ballenas, lobos de mar y una gran variedad de peces como el mero, la cabrilla, ojo de uva, congrio, robalo, cherlo, merlín y pez espada, entre los más cotizados.
Pero también hay, para deleite de los gustos más exigentes, langostas y langostinos. Precisamente, esta última especie es la que ha originado la voracidad de ciertos pescadores, mayormente procedentes de Sechura y Parachique, que han hecho de la saca ilegal no solo un negocio prohibido, sino una práctica que atenta contra el medio ambiente.
Diariamente, desde la madrugada hasta las primeras horas de la mañana, una docena de embarcaciones de mediano calado arrasa con cuanta especie marina caiga en sus redes. El objetivo son los langostinos, pero no se molestan si en ellas caen otras apreciadas especies.
La saca ilícita se ejerce dentro de las cinco millas marinas, lo cual, como se sabe, está prohibido. Sin embargo, la autoridad marítima (la Capitanía de Puerto) ha hecho muy poco para ponerle coto.
Se dice que algunas veces hacen operaciones, pero mientras estuvimos en la zona (entre el 29 de setiembre y 4 de octubre) no ocurrió ninguna. También fuimos testigos de la inacción de la policía, la municipalidad y la fiscalía.
Los vecinos y los turistas, como es natural, están indignados, pues las playas lucen sucias y contaminadas por los desperdicios que quedan en los lugares de desembarque clandestino y por la descomposición de los lobos marinos.
MUERTE EN CADENA
Sin embargo, el problema no solo tiene que ver con la captura ilegal de langostinos y la matanza de lobos marinos, sino también con la muerte de los gallinazos y pelícanos que se alimentan de los lobos muertos por envenenamiento.
Así, el escenario diario es más o menos el siguiente: en el mar los botes arrastreros traspasan los langostinos a las balsas, las cuales los transportan a la playa. Allí, un grupo de personas espera la mercadería para llevarla hacia las camionetas que se estacionan en el malecón de Los Órganos o en la vía carrozable que pasa por detrás de los hoteles o residencias de Máncora. El destino final son los restaurantes de Talara, Sullana, Piura y Chiclayo.
Muy cerca de todo esto yacen los lobos marinos putrefactos, bajo el zumbido de miles de moscas y el aleteo de docenas de gallinazos que se disputan los restos. Mas allá, algunas de esas aves rapaces pagan tributo a su voracidad terminando muertas por consumir el alimento envenenado.
Pasan los días y nadie, ni siquiera las autoridades, se digna a recoger los desechos malolientes y contaminantes.
El balneario es tierra de nadieMáncora es, en términos coloquiales, tierra de nadie. Los terrenos donde se levantan hoteles, residencias, restaurantes, casas, solares, casuchas, clubes y hasta la municipalidad distrital, no les pertenece a sus actuales ocupantes, sino a los casi cien comuneros que forman parte de la Comunidad Campesina de Máncora (CCM).
Así lo confirmaron el presidente de la esta comunidad, Everardo Távara Valladares, y el alcalde distrital, Víctor Raúl Saucedo Llaque.
Pero la comunidad no solo es propietaria de Máncora. También de buena parte de los distritos de El Alto y Los Órganos. En total, son dueños de 26.230 hectáreas, según ha quedado establecido en la ficha número 28467 de la Oficina Registral de Piura.
Sin embargo, algunos de los posesionarios de estos terrenos han regularizado la tenencia comprándolos a la comunidad y, posteriormente, inscribiéndolos a su nombre en los Registros Públicos.
Hoy Everardo Távara Valladares está vendiendo los terrenos que aún están sin ocupar, pero al mismo tiempo ha entablado juicio a quienes los han ocupado, según él, ilegalmente.

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