Ha iniciado la tarde, casi a punto de llegar a casa para almorzar, me sobrevuelan dos naves con sus poderosas turbinas, me aturden e impiden terminar de pensar en aquello en que meditaba mientras caminaba. Ya en casa, unos majestuosos pallares con ensalada y un pescado frito de ensueño, me esperan humeantes, pero antes siquiera de encajar el tenedor y el cuchillo, otro avión derriba mi ilusión de pensar en un almuerzo tranquilo, antes de retornar al trabajo. No he terminado de escribir y otro avión surca el techo de mi casa como recordándome, que por ahora el es el dueño de la tranquilidad de mi propiedad y puede pasar por casa las veces que se le antoje sin pedir permiso ni avisar. Así lo negocio con el Estado y así seguirá siendo parece decir…
Fuente: Diario de una tarde de Bellavista 2p.m a 6pm
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