Por: Tomás Unger
En setiembre de este año murió a los 95 años el padre de la revolución verde. Norman Borlaug, doctor en Patología y Genética de Plantas de la Universidad de Minnesota. Ganador del Premio Nobel de la Paz de 1970, es probablemente quien más vidas ha salvado en la historia de la humanidad. A partir de 1944, Borlaug dedicó su vida a incrementar la producción de trigo en el mundo, y luego buscó hacer lo mismo con el arroz. El éxito que alcanzó la revolución verde es difícil de cuantificar, pero basta decir que solo en Pakistán se calcula en más de 100 millones las vidas que salvó.
TRIGO MEXICANOLuego de trabajar para la empresa Dupont, en bactericidas y fungicidas agrícolas, donde inventó un envase anticorrosivo usado durante la guerra, Borlaug fue llamado por la Fundación Rockefeller para ayudar a resolver la crisis del trigo en México. Trabajando como genetista y fitopatólogo, en ese país desarrolló nuevas variedades de trigo híbrido llamado “semienano”, resistente al gorgojo y de muy alto rendimiento. En 12 años quintuplicó la producción de trigo, lo que convirtió a México en exportador.
Una de sus primeras preocupaciones fue el distribuir las semillas de las nuevas variedades de trigo, de alto rendimiento y resistentes a las plagas, al subcontinente asiático, ya que Pakistán e India estaban en crisis alimentaria. En 1965, el equipo de Borlaug llevó 250 toneladas de semillas de trigo (lerma rojo y sonora 64) a Pakistán y 200 a la India.
Tras muchas peripecias, las semillas llegaron y comenzaron a plantarse. En Pakistán se sembraron 6.000 km2, por lo que se produjo una cantidad suficiente de semillas para todos los campos de cultivo de ese país.
PAKISTÁN Y LA INDIAEn cinco años la producción de trigo de Pakistán pasó de 4 millones a 7,3 millones de toneladas. En el 2000, la cosecha de Pakistán pasó los 21 millones de toneladas. En la India, en los mismos cinco años, las cosechas pasaron de 12,3 a 20 millones de toneladas y para el 2000 la India estaba cosechando 76,4 millones. Según algunos expertos, el alto rendimiento de las variedades desarrolladas por Borlaug ha evitado que en la India se incorporen 400.000 km2 de bosques y tierras vírgenes a la agricultura.
Las variedades de trigo y los métodos de cultivo desarrollados en México, adaptados a la India y a Pakistán, han sido empleados en diversos países en desarrollo. Como resultado, el rendimiento de los cultivos de trigo en las regiones más pobres del mundo ha dado un salto espectacular. En 1950, los campos de trigo en los países pobres rendían en promedio 750 kg por hectárea. En el 2004, la última estadística disponible indica un rendimiento promedio de 2.750 kg por hectárea. La llamada hipótesis Borlaug plantea que incrementar la productividad de la agricultura en las mejores tierras de cultivo ayudará a controlar la deforestación, lo que reducirá la demanda de nuevas tierras.
AL ÁFRICAAnte el éxito obtenido en Asia, en 1985 el filántropo japonés Ryoichi Sasakawa propuso llevar la revolución verde a 15 países del África subsahariana. A pesar de existir el mismo entusiasmo por parte de los campesinos, debido a la falta de infraestructura y apoyo estatal al programa, los resultados no llegan. Poco antes de morir, Borlaug se resignó: “El potencial está allí, pero no se puede comer potencial, yo ya no lo veré”.
Los programas siguen y, en algunas regiones, donde hay relativa paz y un gobierno operativo, hay signos de progreso. Donde se han sembrado las variedades de trigo de alto rendimiento y usado los procesos adecuados, se han producido las mayores cosechas esperadas. Desgraciadamente los problemas de estos países son tan profundos que en algunos casos crean obstáculos insuperables.
LOS NUEVOS RECURSOSLos avances de la biología molecular fascinaron a Borlaug, quien consideró que la ingeniería genética (alimentos genéticamente modificados, llamados GM) es la progresión lógica de su trabajo.
Durante los últimos años manifestó repetidamente su preocupación por la falta de inversión pública para compensar la inversión del sector privado en este campo. Ante la oposición que encuentran los alimentos GM en diversos campos, es interesante conocer la opinión del padre de la revolución verde; estas son sus palabras: “Algunos de los lobbies ambientalistas de los países occidentales son la sal de la tierra, pero muchos son elitistas. Nunca experimentaron la sensación física del hambre. Hacen su campaña desde cómodas oficinas en Washington y Bruselas. Si vivieran solo un mes en medio de la miseria del mundo subdesarrollado, como lo he hecho yo durante 50 años, estarían pidiendo a gritos las cosas que los elitistas de moda les están tratando de negar”.
LA RESPONSABILIDADBorlaug consideró que el Premio Nobel que recibió en 1970 era una responsabilidad más que un honor. El doctor Christopher Dowswell, su colaborador de 30 años y biógrafo, publicó en octubre una reseña en la revista “Science”. El espacio no da para mencionar todos los honores y reconocimientos que cita, entre ellos la condecoración más alta de varios países, pero algunas cifras pueden dar una idea del impacto de este admirable hombre y extraordinario científico. Borlaug asesoró a 60 países para que aumenten sus rendimientos agrícolas. Dio 450 conferencias a 200 mil profesionales y habló a más de 250 mil estudiantes.
Cuando en 1968 el biólogo Paul R. Ehrlich publicó “La bomba poblacional”, que pronosticaba que millones morirían de hambre en la India, dijo: “Todavía no he conocido a nadie familiarizado con la situación que piense que la India puede ser autosuficiente en alimento en 1971. Se afirma que no podrá alimentar a 200 millones más en 1980”. Borlaug lo tomó como un desafío con los resultados antes mencionados.
LA LECCIÓNEl equipo formado originalmente en México ha dejado como herencia diversas organizaciones, bancos de semillas e institutos de investigación en varios países. La lucha por alimentar a la creciente población no se ha ganado; millones en el mundo pasan hambre. Aumentar la producción de alimentos a la par con el crecimiento poblacional es cada vez más difícil. A pesar del incremento de productividad por genética y tecnología agrícola, siempre se requerirán más áreas de cultivo, más agua y más fertilizantes.
Es admirable cómo el esfuerzo iniciado por un hombre ha salvado, según algunos, hasta mil millones de vidas, pero también ha servido para plantear cuestiones de fondo. La relación entre población, área de cultivo, disponibilidad de riego y abono puede reducirse, pero tiene un límite. Pasado ese límite habrá otra revolución, pero no será verde.
En setiembre de este año murió a los 95 años el padre de la revolución verde. Norman Borlaug, doctor en Patología y Genética de Plantas de la Universidad de Minnesota. Ganador del Premio Nobel de la Paz de 1970, es probablemente quien más vidas ha salvado en la historia de la humanidad. A partir de 1944, Borlaug dedicó su vida a incrementar la producción de trigo en el mundo, y luego buscó hacer lo mismo con el arroz. El éxito que alcanzó la revolución verde es difícil de cuantificar, pero basta decir que solo en Pakistán se calcula en más de 100 millones las vidas que salvó.
TRIGO MEXICANOLuego de trabajar para la empresa Dupont, en bactericidas y fungicidas agrícolas, donde inventó un envase anticorrosivo usado durante la guerra, Borlaug fue llamado por la Fundación Rockefeller para ayudar a resolver la crisis del trigo en México. Trabajando como genetista y fitopatólogo, en ese país desarrolló nuevas variedades de trigo híbrido llamado “semienano”, resistente al gorgojo y de muy alto rendimiento. En 12 años quintuplicó la producción de trigo, lo que convirtió a México en exportador.
Una de sus primeras preocupaciones fue el distribuir las semillas de las nuevas variedades de trigo, de alto rendimiento y resistentes a las plagas, al subcontinente asiático, ya que Pakistán e India estaban en crisis alimentaria. En 1965, el equipo de Borlaug llevó 250 toneladas de semillas de trigo (lerma rojo y sonora 64) a Pakistán y 200 a la India.
Tras muchas peripecias, las semillas llegaron y comenzaron a plantarse. En Pakistán se sembraron 6.000 km2, por lo que se produjo una cantidad suficiente de semillas para todos los campos de cultivo de ese país.
PAKISTÁN Y LA INDIAEn cinco años la producción de trigo de Pakistán pasó de 4 millones a 7,3 millones de toneladas. En el 2000, la cosecha de Pakistán pasó los 21 millones de toneladas. En la India, en los mismos cinco años, las cosechas pasaron de 12,3 a 20 millones de toneladas y para el 2000 la India estaba cosechando 76,4 millones. Según algunos expertos, el alto rendimiento de las variedades desarrolladas por Borlaug ha evitado que en la India se incorporen 400.000 km2 de bosques y tierras vírgenes a la agricultura.
Las variedades de trigo y los métodos de cultivo desarrollados en México, adaptados a la India y a Pakistán, han sido empleados en diversos países en desarrollo. Como resultado, el rendimiento de los cultivos de trigo en las regiones más pobres del mundo ha dado un salto espectacular. En 1950, los campos de trigo en los países pobres rendían en promedio 750 kg por hectárea. En el 2004, la última estadística disponible indica un rendimiento promedio de 2.750 kg por hectárea. La llamada hipótesis Borlaug plantea que incrementar la productividad de la agricultura en las mejores tierras de cultivo ayudará a controlar la deforestación, lo que reducirá la demanda de nuevas tierras.
AL ÁFRICAAnte el éxito obtenido en Asia, en 1985 el filántropo japonés Ryoichi Sasakawa propuso llevar la revolución verde a 15 países del África subsahariana. A pesar de existir el mismo entusiasmo por parte de los campesinos, debido a la falta de infraestructura y apoyo estatal al programa, los resultados no llegan. Poco antes de morir, Borlaug se resignó: “El potencial está allí, pero no se puede comer potencial, yo ya no lo veré”.
Los programas siguen y, en algunas regiones, donde hay relativa paz y un gobierno operativo, hay signos de progreso. Donde se han sembrado las variedades de trigo de alto rendimiento y usado los procesos adecuados, se han producido las mayores cosechas esperadas. Desgraciadamente los problemas de estos países son tan profundos que en algunos casos crean obstáculos insuperables.
LOS NUEVOS RECURSOSLos avances de la biología molecular fascinaron a Borlaug, quien consideró que la ingeniería genética (alimentos genéticamente modificados, llamados GM) es la progresión lógica de su trabajo.
Durante los últimos años manifestó repetidamente su preocupación por la falta de inversión pública para compensar la inversión del sector privado en este campo. Ante la oposición que encuentran los alimentos GM en diversos campos, es interesante conocer la opinión del padre de la revolución verde; estas son sus palabras: “Algunos de los lobbies ambientalistas de los países occidentales son la sal de la tierra, pero muchos son elitistas. Nunca experimentaron la sensación física del hambre. Hacen su campaña desde cómodas oficinas en Washington y Bruselas. Si vivieran solo un mes en medio de la miseria del mundo subdesarrollado, como lo he hecho yo durante 50 años, estarían pidiendo a gritos las cosas que los elitistas de moda les están tratando de negar”.
LA RESPONSABILIDADBorlaug consideró que el Premio Nobel que recibió en 1970 era una responsabilidad más que un honor. El doctor Christopher Dowswell, su colaborador de 30 años y biógrafo, publicó en octubre una reseña en la revista “Science”. El espacio no da para mencionar todos los honores y reconocimientos que cita, entre ellos la condecoración más alta de varios países, pero algunas cifras pueden dar una idea del impacto de este admirable hombre y extraordinario científico. Borlaug asesoró a 60 países para que aumenten sus rendimientos agrícolas. Dio 450 conferencias a 200 mil profesionales y habló a más de 250 mil estudiantes.
Cuando en 1968 el biólogo Paul R. Ehrlich publicó “La bomba poblacional”, que pronosticaba que millones morirían de hambre en la India, dijo: “Todavía no he conocido a nadie familiarizado con la situación que piense que la India puede ser autosuficiente en alimento en 1971. Se afirma que no podrá alimentar a 200 millones más en 1980”. Borlaug lo tomó como un desafío con los resultados antes mencionados.
LA LECCIÓNEl equipo formado originalmente en México ha dejado como herencia diversas organizaciones, bancos de semillas e institutos de investigación en varios países. La lucha por alimentar a la creciente población no se ha ganado; millones en el mundo pasan hambre. Aumentar la producción de alimentos a la par con el crecimiento poblacional es cada vez más difícil. A pesar del incremento de productividad por genética y tecnología agrícola, siempre se requerirán más áreas de cultivo, más agua y más fertilizantes.
Es admirable cómo el esfuerzo iniciado por un hombre ha salvado, según algunos, hasta mil millones de vidas, pero también ha servido para plantear cuestiones de fondo. La relación entre población, área de cultivo, disponibilidad de riego y abono puede reducirse, pero tiene un límite. Pasado ese límite habrá otra revolución, pero no será verde.